Luego de un tiempo, el sueño por abrir un local fue más palpable. Confiaron de nuevo en sus seguidores y, tras una encuesta en las redes, en 2017 alquilaron un espacio en Caballito. «Estábamos sentados en el local pelado, sin trabajo, sin arquitecto, sin diseño, sin capital de inversión, sin nada», recuerda Lisandro. Pero, gracias a la confianza de familiares y amigos que invirtieron en el proyecto, Club de la Birra pasó de ser un espacio virtual a un negocio físico con un futuro prometedor. «Estábamos seguros de que queríamos vivir de esto y no hacerlo por diversión. Ese compromiso nos llevó siempre a mejorar cada día», agrega Gastón.